Un mito. Un cuento de amor amargo, sucio… negado. La conducta extremadamente feminista (y sanguinaria) de Flora es la que alimenta la negación al amor que de forma patética compasiva le ruega Bruno que acepte. Flora parece no amarlo, pero tampoco lo odia como sí lo hace con el resto de los hombres. Porque esta mujer dedicada a fomentar su condición de hembra al extremo, odia al macho, odia al hombre, pero no puede odiar al niño; al niño lo acaricia, al niño lo amamanta, lo arrulla, lo protege y es eso lo que encuentra ella en Bruno. Un alma naif, infantil. Capaz de reclamarle todo su amor de la manera más estúpida y tierna posible.